6 de agosto de 2010

Las mujeres somos las de la intuición.

Ambos estábamos en la playa, y ese tarde decidimos salir a pasear.
Comenzamos a jugar paletas, como todo el mundo. Poco a poco la confianza entre nosotros aumentó, y en poco tiempo parecíamos amigos de toda la vida. No se de donde saque tanta confianza, parecíamos niños jugando, nos tiramos al suelo y jugamos con arena.
De un momento a otro, él estaba arriba mio. Ambos escuchábamos nuestros latidos. Se levanto un poco y me miró a los ojos.
-¿Y...?- le pregunté con una sonrisa coqueta. Él no se levantaba.
-¿Que?- abrí los ojos tratando de decir que era obvio.
-¿No harás nada?
-¿Hacer que?- Cachorro, pensé.
-Yo que tú, atino.

No quería esperar más. Dimos un giro y ahora yo estaba sobre él.
-Avispate, porfa.
Lo miré a los ojos. Me encantaron esos ojos de cachorrito principiante. Pero como vi que estaba asustado tuve que tomar la iniciativa. Y lo besé.